martes, 26 de febrero de 2013

Amores fugaces de un pasajero de autobús


Subí al autobús que me llevaría nuevamente al mismo destino de todas las mañanas, era muy temprano, quizás era el primero de la jornada… Hoy había madrugado, tenía planes para antes de empezar las clases. Pasé la tarjeta velozmente por el detector creyendo que así no cobraría, cada mañana el mismo intento, y el hecho de que siempre se acababan los viajes me hacía pensar que no funcionaba, pero eso no hacía que desistiese en mi pequeña ilusión.
Pasé con mi cuerpo lánguido hasta el final del vagón intentando no caer cuando el vehículo comenzó su marcha, me senté en un asiento de los últimos, bastante particular ya que estaba en ángulo con el espejo que le servía al conductor para ver si quedaba alguien en las salidas que junto con los reflejos de los cristales dejaba ver una perfecta visión del resto de asientos donde más adelante se ocuparían de pasajeros, aquellos que eran mi entretenimiento.
Y así como lo esperaba, el autobús volvió a parar para dejar subir a una mujer de unos cuarenta años de edad, su rostro dejaba ver profundas ojeras, parpados caídos y unos labios que mostraban una expresión triste.
Quien sabe porque estaba triste esa mujer, se sentó junto a la salida, sin separar su mirada del vacío, era de extrañar ver a alguien más a esas horas a parte de mí, y más con ese aspecto tan tétrico, propio de alguien que no ha dormido en toda la noche y haber estado llorando, acompañada de ropa húmeda y descolgada.
La mujer de ojos tristes: Era inevitable que un día pasara lo que paso, vivir enamorada es difícil, pero vivir sin amor lo es aún más, aquella tarde le encontró, aquel con el que había pasado quince años largos de su vida ahora estaba ahí delante suya, haciéndolo con otra en su misma cama. Caer en la rutina es lo segundo peor que te puede pasar en una relación, y salir así de ella era lo primero, y ella había pasado ahora por ambas, así sin que él se hubiera percatado siquiera que había pasado por allí salió de casa, maldiciendo el día que había decidido tomarse el día libre para estar con él, maldiciéndole a él, maldiciendo la vida a la cual tentó en varias ocasiones mientras vagaba cual zombi por las calles, durante horas, hasta amanecer, buscando excusas en su mente, derramando lágrimas a falta de gotas de lluvia a las que llamaban la noche en su estampado cielo. Noche, que se convirtió en amanecer, atrapando así a la mujer a no tener más remedio que volver a causa del hambre, del sueño y del malestar que le haría enfermar lo más seguro. Así que cogió el autobús…
-Y por eso estará aquí, seguro que es por eso. –Pensé tras ver dibujada la historia en mi mente, siempre tuve la tentación de preguntarle a esas personas si mis imaginaciones eran ciertas, pero la indiferencia podía conmigo.
Al cabo de un rato volvió a parar el autobús, una de las pocas cosas que apreciaba de madrugar era que las paradas eran casi inusuales. Esta vez se montó un chico de aspecto desgreñado y con cascos de música puestos, acompañado de su mochila, seguramente compartíamos el mismo lugar de destino, pero él decidió sentarse en los primeros asientos, aquellos en los que ninguna persona puede molestarte con su presencia a tu lado.
Amantes de los asientos individuales: La vida cada vez tenía menos valor para él, los momentos felices iban convirtiéndose poco a poco en vagos recuerdos y anhelos de los buenos tiempos los cuales no llegaban, las peleas en el instituto, con los típicos niños que suelen ir en manadas, a insultar y criticar a cualquiera que no se les parece a ellos, habían logrado aislarle voluntariamente de la vida social de los recreos, alejándose lentamente de la vida real, escondido bajo un árbol, escuchando música que ayudaba a evadirse hasta que se acababa, y tenía que volver a clase para comenzar la gran lucha de pasar desapercibido hasta que llegase el profesor. Aunque de vez en cuando, mientras pasaba desapercibido, dirigía disimuladamente una súbita mirada a una chica de la clase contigua, la cual le respondía mirándole fijamente. Aunque para ella era al revés y cuando veía que él le miraba, esquivaba vergonzosamente la mirada dirigiéndose a cualquiera que estuviese cerca con tal de evitar que él se diese cuenta.
Lo que es el amor ¿verdad? Lo peor es que ni él le diría nunca nada a ella, ni ella a él, la vergüenza, el temor al rechazo, el “¿qué dirán?” son tantos factores que nos impiden llegar a entablar un mínimo de conversación con los desconocidos, aquellos los cuales pueden ser esa gran fuente de alegría que tanto necesitan algunos.
De nuevo, otra parada, poco a poco iba acercándome más a mi parada, para llegar a la vida rutinaria de las mañanas, clases y mas clases, con personas de las cual ya había imaginado sus vidas cientos de veces, y por lo escuchado no iba muy desencaminado. Precisamente es de una de mis compañeras la que subió al autobús esta vez. De aspecto jovial, pelo corto y siempre una sonrisa en cara, en ocasiones fingida, aunque ahora no sonreía, mas parecía decaída. A pesar de que me vio hizo el amago de que miraba su mp3 y fue a buscar uno de los asientos que estaban delante de mí, justo al otro lado de la mujer triste.
La chica de sonrisas dibujadas: Lo más característico de esa chica, era que cada mañana entraba con una sonrisa, deslumbrando con alegría al resto de clase que andaban dormidos, era de esas personas que contagian sentimientos al igual que la risa, alegría, tristezas, por eso cuando la vi entrar sin su sonrisa me quitó mi euforia mañanera y me hizo dudar, por supuesto se veía a leguas de lo que se trataba. De las cosas inevitables que pudieran pasar solo le preocupaba aquella que creía que era evitable, tenía miedo a enamorarse, y por ello en su vida feliz, había salido una tristeza. Ella tenía esa capacidad que pocas personas tienen de sentirse orgullosa de sí misma sin entrar en el egocentrismo, de mantener una estabilidad mental, sacaba buenas notas y había amores fugaces de vez en cuando que pasaban por su vida para irse tan rápidos como habían llegado, pero por una vez la duda entro en su mente, o más bien la imagen repetitiva de una persona, y ¿Qué pasa cuando te sacan de una rutina para algo nuevo? Sientes miedo, y claro acostumbrada a no sufrir más de lo inevitable rehuyó del amor, haciendo nacer así al remordimiento, causante de que se difuminara la sonrisa que dibujaba normalmente, pero antes las dudas, predominaba su alegría, pues como ya dicho, quien no está acostumbrado al dolor, difícilmente se ata a él, igual al amor, pero eso en cierto modo, le daría pie a mantener esa sonrisa.
Suerte que tenía, seguro que al día siguiente ya habría recuperado la alegría, si para todos fuera tan fácil olvidar y ser feliz, el mundo sería un caos (más) pero seríamos felices, desdicha la nuestra que no han inventado ninguna manera de crear endorfinas sin perjuicios a la salud.
Y finalmente cuando creí que no pararíamos más antes de llegar, se paró, a unos dos minutos de mi parada para dejar paso a una multitud de gente que esperaba para subir, y de repente, del silencio en el que se había sumido el autobús antes de que llegaran se paso al bullicio de gente, murmurando algunos por guardar la compostura y otros gritando, acompañado de continuo piteo de la máquina de tarjetas. Poco a poco iban entrando intentando ocupar los asientos más alejados entre persona y persona, evitando sentarse acompañados, pasando de un lado a otro del autobús, rozándose indirectamente, pero sin mirarse en ningún momento a la cara. Es extraño cuando puedes ir junto a una persona durante incluso horas, y no saber verdaderamente quien va a tu lado. Mal hecho, ya que puede estar a tu lado el amor de tu vida, pero demostrado está, que con lo fácil que es hablar, lo difícil que es dirigir una simple mirada a otro pasajero.
Tuve que salir de mi asiento para que luego me dejaran salir a tiempo por la puerta, demasiadas historias juntas en un mismo autobús, demasiado poco tiempo para contarlas. Y por fin, mi parada donde salí con otros cuantos pasajeros, para convertirme en uno más, un viajero de mirada pérdida con no más preocupación de ir esquivando al resto de personas que caminan por la calle.

lunes, 21 de enero de 2013




Hacía tiempo que todo había cambiado, hacía tiempo que mi hogar había sido destruido, mis familiares masacrados o capturados.

Todo empezó el día que los entes oscuros aparecieron en mi aldea, con sus trajes negros, tan negros como el de sus monturas las cuales parecían fundirse con las extremidades de sus dueños, no estuvieron mucho tiempo, no les hizo falta, venían una veintena a gran velocidad, provocó el revuelo de los habitantes que de por si se preparaban para la lucha, otros ya lo auguraban como el juicio final y tan solo se abrazaban a sus seres queridos, estos últimos fueron los más inteligentes pues nadie sobrevivía.

Cuando escuchamos la noticia de que se acercaban mi madre me agarró y me escondió en el pajar, ella fue corriendo a buscar a mi padre que había ido a por leña, yo oteaba disimuladamente y pude ver como volvía con una especie de lanza, pero para entonces ya habían entrado los entes y estaban a unos metros, el miedo se apiado de todos.

Vi como uno de los entes aparecía por detrás, pasando terroríficamente cerca mía, tanto que tuve que reprimir un grito ahogado mordiéndome la mano hasta casi dañarme, luego quise gritar al ver como se acercaba sigilosamente detrás de mis padres y de un salto, esa bestia inmunda sobre la que iba montada el ente, se metió, sin pensárselo dos veces, la cabeza de mi madre en su boca segándole la vida al cerrar fuertemente sus fauces y escupiéndola con frialdad, luego miró a mi padre, el cual devolvió la mirada con terror ante la situación, viendo como no había podido detener que asesinaran a su mujer ante sus ojos y esperando estar con ella cuando le hicieran lo mismo.

No podía esperar a que ocurriera algo así de nuevo, salí dando gritos, me agarre a la cola de la bestia y tiré, como si pudiera hacer algo.. entonces él me miró, a través de esa ropa negra, me miré, fuera lo que fuese eso y.. se que sonrió aún sin poder verlo, pero antes de poder hacer nada una lanza le atravesó cayendo muerto junto a mi.. entonces vi a mi padre, detrás, jadeando, con esa mirada de "sálvate" justo antes de que otro de esos seres pasara junto a él y le decapitara como quien arranca una hoja de un árbol al pasar...

Me derrumbé y lloré, pero entonces me asusté al notar la respiración de la montura a mi lado, no me atacaba, parecía no tener intención. Sabía que ya habían masacrado a todos porque ya empezaba a rodearme el olor a paja quemada.. pensé que si me quedaba escondido o intentaba escapar acabaría del mismo modo que mis padres, así que sin pensármelo arranqué la lanza que tenia clavada ese ser y empecé a desnudarlo lo más rápido que pude, cuando llegó el momento de quitarle la capucha que cubría su cara sentí pánico, no sabía que encontraría...

Un humano, era una persona, al igual que yo, es más este en cuestión no superaría los 25 años.. o eso aparentaba su desfigurada cara, no lo entendí, ni ahora mismo lo entiendo.

Me vestí con sus ropajes y torpemente monté sobre la montura temiendo su rechazo, pero no mostró ninguna señal de desprecio hacía mi, me sentía sucio por montar en un ser que había acabado con la vida de mi madre, pero era eso o morir.

De repente comenzó la marcha, sin haber echo o dicho nada y salió a la visión de todos los demás seres parando allí, sentí miedo y me agazapé, luego recordé que desde fuera yo llevaba el mismo aspecto que todos ellos y me sentí algo más seguro.

Miré a mi alrededor, al resto, oteaban en busca de algún resto de vida mientras otros quemaban las casas, vi a uno quemando la que había sido mi casa todo el tiempo, vi mi madre tirada en el suelo inerte y mi padre sin cabeza la cual no llegaba a ver.

Cuando ya todas estaban ardiendo uno de ellos avanzó hacía la entrada de la aldea, yo seguía parado en el lugar donde se había puesto la montura y entonces me miró, fijamente, largo rato, yo no era capaz de mover un pelo.. entonces hizo un gesto con el brazo, la cual entendí que me acercara, pero se ve que lo había dicho en general pues todos reanudaron la marcha, yo con ellos por suerte o por desgracia pues la bestia sobre la que montaba les siguió.


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Conforme avanzaba el paso sentía más miedo, aún no estaba a salvo ni sabía como estarlo, no sabía controlar a la montura, si saltaba los de detrás me matarían, solo podía seguir, pero no sabía ni a donde estábamos yendo , si íbamos a su base o a masacrar otra ciudad, tenía miedo, mucho miedo.

Pasaron horas, no se cuantas, parecieron días, cayó la noche y nada cesaba el paso de estos seres, el cansancio hacía mella en mi, después de todo lo ocurrido ni la tensión de saber donde estaba podía mantenerme en pie, iba cerrando los ojos, cabeceando lo que podía e intentando no caerme.

No se cuanto dormí, pero cuando desperté era de día y continuaba montado en ese ser, y seguíamos moviéndonos, esta vez el paisaje había cambiado, era como un gran bosque, árboles frutales, se oía el fluir del agua, era un bello lugar, demasiado para que esos seres lo mancillaran con su presencia pensé.

Al rato y en las "fronteras" del bosque había una especie de construcción enorme, la cual parecía nuestro destino, era blanca y de aspecto de granero, pero era mas ovalado su tejado y blanco, absolutamente blanco.

Entramos en una especie de establos y todos desmontaron de sus monturas las cuales se autoencerraban en cabinas, comenzaron a andar y yo les seguí, era un lugar muy extraño, con escaleras muy bien definidas como si de un castillo de mármol se tratara, subieron varios pisos y empezaron a entrar en habitaciones, entrando y cerrando la puerta tras de si, hasta quedarme solo en mitad del pasillo, en ese momento tuve la tentación de huir por donde había venido, pero antes de que pudiera darme tiempo a mover un pie en otra dirección comenzó a sonar una sirena, pensé que alguien se había dado cuenta de que yo no era uno de ellos y había dado la voz de alarma, de repente comenzaron a salir mas hombres vestidos de negro del resto de la habitaciones que no habían ocupado aquellos que me trajeron hasta allí, no sabía que hacer, estaba paralizado todos venían en mi dirección, quería correr, gritar, huir al bosque que vi fuera, pero no podía mover ni articular nada, entonces el primero que me alcanzó me apartó suavemente del camino y salió por la puerta que tenía a mis espaldas, mi corazón palpitaba a demasiada velocidad mientras pasaban uno a uno delante mía.

Cuando creí que ya no pasarían más, que ya me había librado y volvería a quedarme solo en el pasillo pasó aquello que temía, el último, se quedo mirándome fijamente, sabía que iba a gritar en señal de alerta al resto y me matarían, seguro que había notado que la capucha tenia un agujero de lanza manchado de sangre que dejaba ver parte de una mejilla intacta.

-¿Te ocurre algo? ¿No vienes a trabajar? -me preguntó sin más.

-Si -contesté con temor aún sabiendo que eso podría significar que volviera a salir nuevamente rodeado de un grupo de asesinos despiadados sin motivo aparente.

Nuevamente empecé a seguirlos, por el camino vi como cerraban la puerta que citaba EXIT la cual no tenia pomo ni forma de abrirse desde dentro, justo antes de que la cerraran pude ver el bosque, pasando el establo y maldije no haber podido escapar, al menos sabía que no íbamos a viajar.

Al parecer no eran personas muy comunicativas por lo que pude evitar el contacto con nadie más todo este tiempo, el trabajo consistía día a día en llevar cajas de un lado a otro, llegaban todos en fila, aparecía un hombre vestido de blanco y una máscara transparente y señalaba una habitación, la soltabas allí y volvías a la fila, luego al sonar la sirena volvías a tu habitación (me costó muchos viajes y esperas de sirenas para deducir cual era la mía) y allí te esperaba una cama, ropa limpia, un bol de sopa, a veces fría a veces caliente, pan del día y fruta. Había días muy cansados.

Y así día tras día aguanté hasta el día de hoy, aun pienso que esto no es mas que una especie de internamiento para los supervivientes de las masacres, o que en realidad todos saben quien soy y que solo me dejan vivir porque sustituyo al ser que mato mi padre, aún no me atrevo a llamarlos humanos pese a su aspecto.

Día tras día miro la puerta de salida, esperando que esté abierta, he deducido que solo la abren mientras dormimos para sacar los productos que esconden esas extrañas cajas, por eso ahora mismo estoy escondido en una pequeña azotea de este lugar, a la visión de todo el mundo si, pero no importa pues estos seres solo miran hacía delante, esperando a que se abra.

Tras varías horas de espera mas seres de negro han salido en una fila, entrando en las habitaciones donde soltamos las cajas y colocándose alternativamente en una fila delante de la puerta. Es mi oportunidad, bajo corriendo de la azotea, intento no hacer ruido, bajo al piso donde están todos, voy a las habitaciones sigilosamente para coger una de las cajas, no queda ni una, voy a por una caja vacía que siempre hay en una habitación contigua, salgo con decisión de la habitación con ella, ahora solo tengo que ponerme en la fila y salir tras ellos, pero ¡NO! todos entran de nuevo, ya han salido y han vuelto a entrar, pero la puerta sigue abierta, sigo andando, voy de frente hacía la puerta. todos me miran, uno de ellos me agarra del hombro.

-¿Qué es eso? Ya están todas. -dice.

Pero no lo aguanto, no aguanto más, no puedo seguir rodeado de asesinos, viviendo mal, comiendo poco, y salgo corriendo,

el ser no me suelta del hombro y me quedo enganchado, me saco la capucha y la ropa que me encadenaba a él, tiro la caja por los aires, y corro, corro dirección a la puerta, veo el fondo de lejos, aun siendo de noche. Escucho como gritan, escucho como todos empiezan a correr hacía mi formando una especie de semiesfera alrededor de la puerta, pero yo estoy mas cerca..

Sigo corriendo, estoy casi al lado. Nadie puede detenerme.


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¿Sabeis? Tengo miedo, mucho miedo, temo que el acero me la puerta se cierre, que las bestias me ataquen, de que haya alguien más fuera que me corte el paso, de que no llegue a escapar, de que fuera no haya escapatoria, de que los frutos sean venenosos y no pueda sobrevivir...