Subí
al autobús que me llevaría nuevamente al mismo destino de todas las mañanas,
era muy temprano, quizás era el primero de la jornada… Hoy había madrugado,
tenía planes para antes de empezar las clases. Pasé la tarjeta velozmente por
el detector creyendo que así no cobraría, cada mañana el mismo intento, y el
hecho de que siempre se acababan los viajes me hacía pensar que no funcionaba,
pero eso no hacía que desistiese en mi pequeña ilusión.
Pasé con mi cuerpo lánguido hasta el final del vagón intentando no caer cuando el vehículo comenzó su marcha, me senté en un asiento de los últimos, bastante particular ya que estaba en ángulo con el espejo que le servía al conductor para ver si quedaba alguien en las salidas que junto con los reflejos de los cristales dejaba ver una perfecta visión del resto de asientos donde más adelante se ocuparían de pasajeros, aquellos que eran mi entretenimiento.
Y así como lo esperaba, el autobús volvió a parar para dejar subir a una mujer de unos cuarenta años de edad, su rostro dejaba ver profundas ojeras, parpados caídos y unos labios que mostraban una expresión triste.
Quien sabe porque estaba triste esa mujer, se sentó junto a la salida, sin separar su mirada del vacío, era de extrañar ver a alguien más a esas horas a parte de mí, y más con ese aspecto tan tétrico, propio de alguien que no ha dormido en toda la noche y haber estado llorando, acompañada de ropa húmeda y descolgada.
Pasé con mi cuerpo lánguido hasta el final del vagón intentando no caer cuando el vehículo comenzó su marcha, me senté en un asiento de los últimos, bastante particular ya que estaba en ángulo con el espejo que le servía al conductor para ver si quedaba alguien en las salidas que junto con los reflejos de los cristales dejaba ver una perfecta visión del resto de asientos donde más adelante se ocuparían de pasajeros, aquellos que eran mi entretenimiento.
Y así como lo esperaba, el autobús volvió a parar para dejar subir a una mujer de unos cuarenta años de edad, su rostro dejaba ver profundas ojeras, parpados caídos y unos labios que mostraban una expresión triste.
Quien sabe porque estaba triste esa mujer, se sentó junto a la salida, sin separar su mirada del vacío, era de extrañar ver a alguien más a esas horas a parte de mí, y más con ese aspecto tan tétrico, propio de alguien que no ha dormido en toda la noche y haber estado llorando, acompañada de ropa húmeda y descolgada.
La
mujer de ojos tristes: Era inevitable que un día pasara lo
que paso, vivir enamorada es difícil, pero vivir sin amor lo es aún más,
aquella tarde le encontró, aquel con el que había pasado quince años largos de
su vida ahora estaba ahí delante suya, haciéndolo con otra en su misma cama.
Caer en la rutina es lo segundo peor que te puede pasar en una relación, y
salir así de ella era lo primero, y ella había pasado ahora por ambas, así sin
que él se hubiera percatado siquiera que había pasado por allí salió de casa,
maldiciendo el día que había decidido tomarse el día libre para estar con él,
maldiciéndole a él, maldiciendo la vida a la cual tentó en varias ocasiones
mientras vagaba cual zombi por las calles, durante horas, hasta amanecer,
buscando excusas en su mente, derramando lágrimas a falta de gotas de lluvia a
las que llamaban la noche en su estampado cielo. Noche, que se convirtió en
amanecer, atrapando así a la mujer a no tener más remedio que volver a causa
del hambre, del sueño y del malestar que le haría enfermar lo más seguro. Así
que cogió el autobús…
-Y
por eso estará aquí, seguro que es por eso. –Pensé tras ver dibujada la
historia en mi mente, siempre tuve la tentación de preguntarle a esas personas
si mis imaginaciones eran ciertas, pero la indiferencia podía conmigo.
Al
cabo de un rato volvió a parar el autobús, una de las pocas cosas que apreciaba
de madrugar era que las paradas eran casi inusuales. Esta vez se montó un chico
de aspecto desgreñado y con cascos de música puestos, acompañado de su mochila,
seguramente compartíamos el mismo lugar de destino, pero él decidió sentarse en
los primeros asientos, aquellos en los que ninguna persona puede molestarte con
su presencia a tu lado.
Amantes
de los asientos individuales: La vida cada vez tenía menos valor
para él, los momentos felices iban convirtiéndose poco a poco en vagos recuerdos
y anhelos de los buenos tiempos los cuales no llegaban, las peleas en el
instituto, con los típicos niños que suelen ir en manadas, a insultar y
criticar a cualquiera que no se les parece a ellos, habían logrado aislarle
voluntariamente de la vida social de los recreos, alejándose lentamente de la
vida real, escondido bajo un árbol, escuchando música que ayudaba a evadirse
hasta que se acababa, y tenía que volver a clase para comenzar la gran lucha de
pasar desapercibido hasta que llegase el profesor. Aunque de vez en cuando,
mientras pasaba desapercibido, dirigía disimuladamente una súbita mirada a una
chica de la clase contigua, la cual le respondía mirándole fijamente. Aunque
para ella era al revés y cuando veía que él le miraba, esquivaba vergonzosamente
la mirada dirigiéndose a cualquiera que estuviese cerca con tal de evitar que
él se diese cuenta.
Lo
que es el amor ¿verdad? Lo peor es que ni él le diría nunca nada a ella, ni
ella a él, la vergüenza, el temor al rechazo, el “¿qué dirán?” son tantos
factores que nos impiden llegar a entablar un mínimo de conversación con los
desconocidos, aquellos los cuales pueden ser esa gran fuente de alegría que
tanto necesitan algunos.
De
nuevo, otra parada, poco a poco iba acercándome más a mi parada, para llegar a
la vida rutinaria de las mañanas, clases y mas clases, con personas de las cual
ya había imaginado sus vidas cientos de veces, y por lo escuchado no iba muy
desencaminado. Precisamente es de una de mis compañeras la que subió al autobús
esta vez. De aspecto jovial, pelo corto y siempre una sonrisa en cara, en
ocasiones fingida, aunque ahora no sonreía, mas parecía decaída. A pesar de que
me vio hizo el amago de que miraba su mp3 y fue a buscar uno de los asientos
que estaban delante de mí, justo al otro lado de la mujer triste.
La chica de sonrisas dibujadas: Lo más característico de esa chica,
era que cada mañana entraba con una sonrisa, deslumbrando con alegría al resto
de clase que andaban dormidos, era de esas personas que contagian sentimientos
al igual que la risa, alegría, tristezas, por eso cuando la vi entrar sin su
sonrisa me quitó mi euforia mañanera y me hizo dudar, por supuesto se veía a
leguas de lo que se trataba. De las cosas inevitables que pudieran pasar solo
le preocupaba aquella que creía que era evitable, tenía miedo a enamorarse, y
por ello en su vida feliz, había salido una tristeza. Ella tenía esa capacidad
que pocas personas tienen de sentirse orgullosa de sí misma sin entrar en el
egocentrismo, de mantener una estabilidad mental, sacaba buenas notas y había
amores fugaces de vez en cuando que pasaban por su vida para irse tan rápidos
como habían llegado, pero por una vez la duda entro en su mente, o más bien la
imagen repetitiva de una persona, y ¿Qué pasa cuando te sacan de una rutina
para algo nuevo? Sientes miedo, y claro acostumbrada a no sufrir más de lo
inevitable rehuyó del amor, haciendo nacer así al remordimiento, causante de
que se difuminara la sonrisa que dibujaba normalmente, pero antes las dudas,
predominaba su alegría, pues como ya dicho, quien no está acostumbrado al
dolor, difícilmente se ata a él, igual al amor, pero eso en cierto modo, le
daría pie a mantener esa sonrisa.
Suerte
que tenía, seguro que al día siguiente ya habría recuperado la alegría, si para
todos fuera tan fácil olvidar y ser feliz, el mundo sería un caos (más) pero
seríamos felices, desdicha la nuestra que no han inventado ninguna manera de
crear endorfinas sin perjuicios a la salud.
Y
finalmente cuando creí que no pararíamos más antes de llegar, se paró, a unos
dos minutos de mi parada para dejar paso a una multitud de gente que esperaba
para subir, y de repente, del silencio en el que se había sumido el autobús
antes de que llegaran se paso al bullicio de gente, murmurando algunos por
guardar la compostura y otros gritando, acompañado de continuo piteo de la
máquina de tarjetas. Poco a poco iban entrando intentando ocupar los asientos
más alejados entre persona y persona, evitando sentarse acompañados, pasando de
un lado a otro del autobús, rozándose indirectamente, pero sin mirarse en
ningún momento a la cara. Es extraño cuando puedes ir junto a una persona
durante incluso horas, y no saber verdaderamente quien va a tu lado. Mal hecho,
ya que puede estar a tu lado el amor de tu vida, pero demostrado está, que con
lo fácil que es hablar, lo difícil que es dirigir una simple mirada a otro
pasajero.
Tuve que salir de mi asiento para que luego me dejaran salir a tiempo por la puerta, demasiadas historias juntas en un mismo autobús, demasiado poco tiempo para contarlas. Y por fin, mi parada donde salí con otros cuantos pasajeros, para convertirme en uno más, un viajero de mirada pérdida con no más preocupación de ir esquivando al resto de personas que caminan por la calle.
Tuve que salir de mi asiento para que luego me dejaran salir a tiempo por la puerta, demasiadas historias juntas en un mismo autobús, demasiado poco tiempo para contarlas. Y por fin, mi parada donde salí con otros cuantos pasajeros, para convertirme en uno más, un viajero de mirada pérdida con no más preocupación de ir esquivando al resto de personas que caminan por la calle.
Que tiempos aquellos :)
ResponderEliminarHostia, que bueno!!!
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