El aire me helaba y hacía que temblara, o quizás simplemente temblaba de miedo, estaba agarrada con una sola mano a una rama de un árbol, asomada a un precipicio, quería soltarme, dejarme caer, estrellarme contra el suelo y desaparecer de este mundo, pero lo único que cayó por allí fueron mis lágrimas, había subído al monte mas alto que ví nada mas llegar. Acaba de mudarme a casa de mi tio que se había quedado con mi potestad solo para intentar quedarse con parte de la herencia que me dejaron mis padres, murieron hacía un mes de entonces, estuve un tiempo en un centro de acogida, al parecer aunque falten meses para cumplir la mayoria de edad te obligan a salir de tu casa y encerrarte en un lugar rodeada de niños pequeños que lloran y lloran, ese no era mi lugar, un día hablé con una asistente social y fuimos a encuentro de mi tio, en las afueras de un pequeño pueblo de Galicia, que aunque no contestó ni una sola vez al teléfono, no dudo en abrir la puerta cuando vió a un par de extranjeras con pinta de tener dinero, no lo veía desde que tenía siete años, había cambiado bastante. Era delgado, muy moreno y lleno de arrugas, a penas tenía pelo en la cabeza, pero parecía que no se afeitaba desde hacía semanas, su voz era dura y ronca, al principio se mostró reácio a que yo viviera alli hasta que la agente social menciono que se encargaria de controlar mis bienes, entonces guardó silencio y aceptó. La casa estaba poco cuidada, los muebles estaban llenos de polvo y parecían que tenián décadas. Había insectos por todas partes y el colchón estaba algo destrozado. Era horrible todo, pero era mejor que vivir en el centro de acogida, total, solo tendría que aguantar hasta finales de primavera para largarme de allí.
Al parecer mi tio se alimentaba con una dieta poco recomendable para mi a base de ron, pan duro y las verduras que robaba de un huerto vecino (cosa que no menciono a la asistente social), por lo que se mostró algo perdido a la hora de darme algo de cenar, al día siguiente me tocó ir a comprar algo para comer decentemente ya que él no parecía tener intención de ir. Me dí cuenta de que había algo que no encajaba, estabamos a unos ocho kilometros del pueblo y no había ni un solo coche alrededor de la casa, ni una moto, ni siquiera una triste bicicleta, no me molesté ni en preguntar, no era dificil de adivinar que no tenía.
Nunca me llevé bien con mi tio y menos ahora, era un ladrón y siempre trato mal a mi madre, solo venía cuando necesitaba dinero o algo que llevarse a la boca, cuando se enteró que mis padres murieron no se molestó ni en aparecer por el funeral y aun así…
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